Letras y Cuentos de mi Sangre: Carta a María Julia

lunes, 10 de septiembre de 2007

Carta a María Julia

Mi pequeña querida,
Dolorido y preocupado, desorientado en parte, he vivido largas horas angustiosas; en vano he esperado tu llamado y las 22 ya, no pudiendo esperar más, he procurado comunicarme contigo.
“La Señorita María Julia ha salido con la Señora y aún no han regresado”, esa fue la respuesta.
Mi pequeña querida,
¿Por qué me acostumbraste a estar tanto contigo, si ahora no haber podido más que cambiar contigo sólo un saludo, habría de condolerme tanto?
Sé que nos espera un camino de soledad largo y penoso. Tus estudios, a los que debes dedicarte con ahínco, no imponen un impasse inquebrantable, mas no obstante, deseo que en el futuro nuestras conversaciones telefónicas puedan ser para mí, un poco menos dolorosas.
Perdóname que te escriba lo que pienso y lo que siento, pero te he dicho siempre que procuremos unir en uno solo nuestros espíritus. Por ello, amor, te hago partícipe de mis estados anímicos y de los motivos que puedan originar estos estados.
Te quiero con todas las fuerzas más profundas de mi alma. He pasado todo el día viajando con el pensamiento puesto en ti y deseando llegar para llamarte. Conforme entré, fue lo primero que hice y fui tan inoportuno que sólo pude hablar contigo el tiempo de un saludo. Perdóname, mi amor, este comentario no es un reproche, sólo una válvula de escape para mis pobres sentimientos doloridos que hoy, ante un poco de incertidumbre, tiemblan temerosos de un mañana.
Tú hiciste para que te quiera así, tú fomentaste en mi vida desolada un torrente de amor para ti sola. Dios quiera nunca huyas despavorida temiendo ahogarte en la fuerza de este amor incontrolado.
Te pido perdón en esta noche que mi alma sufre la angustia de no verte.
Y le pido al Señor que aún en el sueño, me de sólo la gracia de quererte.
Quiero así, aún dormido, estar contigo hasta el último instante de mi muerte.
Tuyo,
Ernesto.
17 de octubre de 1960

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