Letras y Cuentos de mi Sangre: El Fantasma del Centro Gallego de Buenos Aires

lunes, 8 de octubre de 2007

El Fantasma del Centro Gallego de Buenos Aires

Alrededor de 1984, un neumotórax espontáneo me sumió en una permanencia hospitalaria de un mes y medio, en una de las salas del segundo piso del Centro Gallego de esta ciudad. El médico a cargo salteó la intervención quirúrgica y, mediante un reposo controlado, devolvió mi pleura pulmonar a su lugar.
O sea, que mi estadía en el ámbito hospitalario, aparte de la cotidianeidad de los chequeos médicos, consistió en desayunar, almorzar, merendar, cenar, descansar y contemplar el medio que me rodeaba.
El bibliotecario de la institución de aquel entonces, el gallego Rodríguez, era amigo mío, y éste para amenizar la dimensión de mi estadía en aquel lugar, me prestaba libros. En su mayoría de y sobre Castelao. Paralelamente, a un par de salas de distancia de la que yo me encontraba, estaba aquélla en la que había fallecido Castelao, convertida en habitación-museo. En una vitrina se veían, entre otros objetos, las máscaras que este hombre había construido con fines teatrales y el espectáculo que daban esas máscaras se convirtió en mi dieta visual cuando los terapeutas me indicaron empezar a caminar y pasear por los corredores del piso.
Las noches del Centro Gallego estaban colmadas de fantasmas. A una hora imprecisa que rondaba las tres de la mañana, cuando se escuchaban alaridos y llantos, de pronto todo se sumía en un silencio irreal. Los fantasmas que se asomaban en esos momentos generalmente tenían aspecto de mujeres vestidas de negro, con rostros pálidos y dulces. Aparecían por detrás de la mampara que me separaba de mi vecino de cuarto y al verme sonreían, reconocían que no era a mí a quien venían a buscar, y desaparecían.
Una noche se me apareció el fantasma de Castelao. Salió del baño que quedaba frente a mi cama, con el gesto afable y compinche de quien acaba de orinar. Inmediatamente empezamos a compartir el tiempo como viejos amigos. Sus visitaciones se repitieron un par de veces más durante mi terapia, charlamos de todo un poco, jugamos a la brisca, nos contamos nuestras vidas…
Como sin darnos cuenta ni el uno ni el otro, él me reveló los misterios concernientes a ser un gallego porteño.
El fantasma es un amigo.

Relato de Yoel Novoa
“La noche de los museos” - Octubre 2007
Museo de la Emigración Gallega

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