Letras y Cuentos de mi Sangre: Los hermanitos que se peleaban

lunes, 24 de diciembre de 2007

Los hermanitos que se peleaban

Cuentitos de Conejín y Conejito

Estas historias de Conejín y Conejito, si no son realidades, pueden aproximarse en mucho a la vida y al comportamiento de dos niñitos que yo he conocido; como todo cuentito está pues corregido y aumentado de acuerdo a mi imaginación, y los lugares en donde ocurre, queda librado a la imaginación de ustedes.

Conejín y Conejito pues, eran dos hermanitos de siete y ocho años y medio más o menos, la gente que les conocía siempre preguntaban si eran mellizos, esto quiere decir, si habían nacido con muy pocas horas de diferencia entre uno y otro; físicamente se parecían mucho, las caritas no eran iguales pero los dos eran lindos chicos, uno tenía el cabello un poco más rubio y los dos gustaban usar un poco largo el pelo, pero esto no les quedaba mal.
En un período estos chiquitos vivían peleando todo el día, cualquier cosa era motivo de desentendimiento entre los dos, se llevaban como perro y gato, pero como esos perros y gatos que se pelean todas las veces que se cruzan en el camino.
Sus papás que siempre les brindaban todo su cariño y trataban de complacerlos en todo lo que ellos pedían, estaban preocupados y no sabían como explicarles ya que entre hermanitos debía haber unión, paz y comprensión.
En la casa reinaba la paz y la felicidad y la causa a veces de malestar nacía precisamente de la desobediencia de Conejín y Conejito a lo que mamá y papá les decían.
Siempre uno de los dos comenzaba a buscar la guerra, le quitaba un juguete al hermanito, le tiraba un puntapié a la pasada, y así terminaban a las trompadas y tirones de pelos entre los dos con un montón enorme de malas palabras que por ser tan malas, no las puedo escribir, pues el bolígrafo de mi lapicera se queda trabado si pretendo hacerlo, por ello pueden imaginar qué palabras dirían estos niños.
La mamá siempre les decía que a Dios no le gustaban esas cosas y que no debían olvidar que Él está en todas partes y de esa forma ve y escucha todo. Dios es muy bueno siempre ayuda, protege y anima y premia, pero para ello no hay que hacer que Él se enoje.
Estos niños muchas veces olvidaban lo que la mamá les decía y un día estaban jugando en la vereda de su casa, estaban entonces en una ciudad del interior del país, no en la Capital Federal, y había una montaña de arena, hacían allí casitas, caminos, ríos, etc, etc. Y como muchas veces ocurría, la paz terminó en guerra, uno de ellos le dio una trompada al otro y el otro en venganza no tuvo mejor idea que arrojarle un puñado de arena en la cara a su hermanito.
Como es fácil suponer, la arena entró en los ojos de Conejín quien, a más del fuerte dolor que sintió, no podía ver nada, y así salió corriendo desesperado, al no poder mirar perdió el rumbo de la dirección a donde corría y salió para el lado de la calle, en ese mismo momento su hermanito Conejito vio que un auto venía en esa dirección y a fuerte velocidad, asustado por temor que el coche atropellara a su hermanito, cruzó la calle en defensa de Conejín. El conductor que había visto a Conejín trató de evitar pisarlo y, al tiempo que frenaba, desviaba la dirección del rodado con tan mala suerte que con el paragolpes delantero llegó a golpear a Conejito en las piernitas.
Así los hermanitos que siempre se peleaban terminaron en el hospital, Conejín para que le hicieran un lavaje de ojos y Conejito para que le curaran las lastimaduras que tenía en sus piernitas, con el susto que se puede suponer tenían sus padres.
Dios, que todo lo ve y todo lo puede, había querido que terminaran las peleas entre Conejín y Conejito y de allí en más fueron unidos, se quisieron y se defendieron mutuamente dándoles a mamá y papá la más grande alegría.
Hijos, tomen como ejemplo a los hermanitos de mi cuentito de hoy y Dios y vuestros padres estarán felices.

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