Letras y Cuentos de mi Sangre: Tres cigarrillos

jueves, 19 de mayo de 2011

Tres cigarrillos

Otoño suntuoso, el viento solemne susurra un Te Deum.

Una noche hermosa. Acaban de chatear ávidamente. Más abrigado que de costumbre, Mateo recorre las calles desiertas en busca del único que puede darle una mano. Se trata de... llamémoslo Fabrizio, un... "Solucionólogo". Vive en la calle, acurrucado en un fogón resplandeciente que desafía el frío y el desamparo. Sus "pequeñas estrellas", como él llama a las chispas bienhechoras.

-¿Qué te trae por acá?

Mateo le cuenta, a través de la bufanda, la reciente conversación. Comparten un cigarrillo, el primero. Y, tras una larga pausa (los Solucionólogos suelen tomarse un tiempo...) dice Fabrizio:

-¡Bien! Ella ha vuelto a la vida. Por lo que me contaste en otros viajes, hacía falta un milagro... Empezamos bien, el milagro ya se ha instalado.
-Pues, sí. Ahora se anima a hablar de "vacaciones" y "noches en compañía"... ¡Es realmente un milagro!
-¿Quién lo hubiera dicho...? Ni yo apostaba al milagro y, si hubiera apostado... qué lástima... hubiera apostado... ¡un tarro de dulce de leche!

Fabrizio mira con simpatía el pequeño fogón y revuelve un poco las brasas.

-Seguro que ahora, cada vez que recibe un mensaje se irrita si no acarrea el nombre adorado. Si conoceré yo esa emergencia...
-Pero entonces... ¿qué te preocupa, Mateo?

-Su MIEDO.

-¿Miedo de qué? ¿Los enamorados tienen miedo?

-Algo de su miedo me ha contado. Que el sapo, que el ogro...

-Mateo -dijo el Solucionólogo- al igual que en las fábulas de reinados y estanques, tu Princesa tiene miedo pues el miedo oculta el dolor.

-¿Qué dolor?

-El dolor de la ausencia.

-¿Cómo sabés que me ha descrito una historia de ausencia?

-Ah... El amor está teñido de ausencias. Aunque estén a centímetros de distancia... es como el aire que no se puede dejar de respirar. El amor nos hace cometer locuras. Yo las hubiera cometido todas, de haber tenido dinero.


Entonces Fabrizio escribió en un papelucho manchado: "MIEDO, LOCURA, MUERTE" y lo arrojó a la fogata, que lanzó un penacho de luz. Luego, al calor del segundo cigarrillo, retomó la palabra:

-El miedo es un freno a la hora de tomar decisiones. Qué alivio disponer de una barrera que nos evite los grandes dilemas ¿no te parece? Miedo a equivocarse, a ilusionarse o incluso a decepcionarse. Temer ser tonto porque uno ha idealizado al otro excesivamente.
-¿Qué puedo decirte, Fabrizio? Sabés cuánto la quiero. La cuido, aún sin que ella lo sepa, en todas las paradas de colectivo.

-Decile que sueñe sin límites, que sienta sin rubor y... que escriba. En este período de distancia, las palabras no son enemigas sino amables cómplices. Que haga... una HOJA DE RUTA. Sí, eso le va a quitar el miedo.


Fumaron el tercer cigarrillo y Mateo se zambulló en las calles oscuras procurando, esa noche, soñar con ella.



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