
Qué no daría por estar contigo
En la casa de campo que soñé para ti,
Allá, junto al arroyo, calandrias y jilgueros
Llevarán sus cantos cuando despunte el sol.
Y tú, alma de mi alma, al entreabrir los ojos
Darás todos los días las gracias al Señor.
Y luego, cuando asomes tu tez dorada al viento,
Un perfume de flores tal vez respirarás,
Y entonces, vida mía, correrás a mi encuentro
Y de mi cuello con fuerzas quizá te colgarás.
¡Oh! Si pudiera, vida, llevarte a mi casita,
A esa casita blanca que soñé para ti,
Cómo sería distinto el mundo en que vivimos,
Cómo sería distinta mi vida junto a ti.
28 de Octubre de 1954
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